Marketing Post Coronavirus y Ética

Publicado el 10 junio 2020

Por Fredy Alvarado Rosillo

Director de la Escuela de Marketing de la USMP

Otoño 2020, todo parecía transcurrir tranquilamente, sin mayores novedades que las de siempre. Claro, el enemigo era silencioso.

Las empresas continuaban sus rutinas, algunas más avanzadas que otras y a velocidades y con objetivos propios, basados en su marco corporativo de acción: su misión, visión, principios y valores, los que servían para orientar y cohesionar la actuación corporativa o para decorar alguna ilustre pared.

Hoy, después de más de dos cuarentenas y desde nuestro aislamiento social, estamos pagando nuestros errores que, como seres humanos, hemos cometido en contra de nuestro mundo, su naturaleza y nosotros mismos por ser parte de ella.

Si hasta antes del Coronavirus nuestro marco de acción privilegiaba la consecución de objetivos a través de una declaración de misión, visión, principios y valores, ahora, luego de analizar nuestras debilidades (miserias humanas) y amenazas, debemos empezar por replantear nuestros valores (normas de comportamiento) y principios (normas de procedimientos) para en base a ello, decidir qué queremos y podemos lograr, priorizando siempre el lugar donde vivimos y seguiremos viviendo por siempre y para siempre.

Citando a José Luis Fernández, Joan Fontrodona, Javier Gorosquieta y Francisco Roa en Ética del Marketing (1999), “Desde la dimensión ética, el marketing tiene una enorme responsabilidad ya que le corresponde gestionar esa relación asimétrica entre la empresa y los consumidores, la misma que genera innumerables problemas morales”.

Cuánto daño ha causado el mal uso de conceptos como la segmentación demográfica por raza, género, etc, en nombre de la cual, lejos de unirnos como seres humanos, ha provocado discriminación, clasismos, racismos y odios entre nosotros. Pensemos en inclusión no en exclusión, vayamos en busca de los océanos multicolor y no sólo en los rojos o azules.

Pensemos y diseñemos productos y servicios que satisfagan las necesidades de todos, no los deseos de unos cuantos a costo de lo que sea, incluso de nuestro propio planeta y nuestra supervivencia.

Pongamos precios justos que permitan satisfacer las necesidades básicas, haciendo más equitativa la distribución de la riqueza y sobre todo valoremos el esfuerzo que hace cada ser humano consumidor, por la supervivencia de las fábricas proveedoras del alimento de cada día.

Hagamos llegar nuestros productos y servicios en las mejores condiciones de calidad, pero sobre todo con la mentalidad de que estamos atendiendo a quienes son la razón de nuestra existencia como empresa.

Informemos con la verdad sobre lo que le interesaría saber a los consumidores de los productos y/o servicios, educándolos para una mejor elección en sana competencia.

Para ello, deberemos reorganizar nuestro modelo de gestión, empezando por, una vez definido el nuevo marco corporativo, la selección del equipo humano que tendrá a cargo el cumplimiento de tales propósitos.Se requerirán equipos de personas, no trabajadores o colaboradores, unos que piensen, otros que sientan y otros que actúen y hagan que las cosas sucedan.

Cerebro, corazón y músculo deberán integrar equipos equilibrados que comprendan que su función no es hacer la mayor cantidad de riqueza en desmedro de la fuente, sino ser capaces de sostener y renovar las fuentes que originan la riqueza con la que todos podamos tener cada día un estándar de vida más alto y un mejor lugar para vivir.