Mejorar continuamente es una necesidad en todos los ámbitos de la vida profesional y personal, que si bien puesta en práctica nos lleva cada vez a mejores niveles en los resultados que todos buscamos, requiere determinadas condiciones básicas para que esto sea real.

Centrando el tema en el plano de la gestión de las empresas, una primera condición básica es que exista un alto nivel de insatisfacción, es decir no estar satisfechos con los resultados actuales en la relación con los clientes y mercado, en la gestión de las personas, en nuestros procesos y en los niveles de rentabilidad alcanzados.

Si bien esto suena lógico, en un entorno de crecimiento se presentan efectos como “la ceguera del éxito” que deriva en que el pensamiento general es “si me va bien para que me preocupo”, manteniendo el statu-quo. En realidad el mejor momento para mejorar es cuando se está “bien” y no cuando se está mal, en razón a que cuando se está bien, se puede y se cuenta con los recursos para mejorar las capacidades de las personas en la organización, se puede invertir, se puede ensayar nuevos enfoques de gestión, etc., que nos darán mejores condiciones para un crecimiento sostenido.

La insatisfacción, como impulsor del mejoramiento continuo, se gestiona haciéndola evidente a través de sistemas de información que muestren los niveles en los que se encuentran todos los procesos de una empresa.

Otra condición básica es contar con un ambiente laboral en que las personas estén identificadas con la empresa y tengan la voluntad de dar más de lo que sus funciones les exige, en resumen que exista el deseo de aportar en la mejora de la gestión.
También resulta crítico el compromiso y participación de los directivos para impulsar el proceso de mejora, proveer los recursos necesarios y reconocer los logros de las personas y equipos. Este factor es uno de los más complicados de lograr, así que hay que ganarlo evidenciando mejoras reales y cuantificadas en términos de resultados de negocio.

Wilfredo Giraldo